En esta fascinante provincia de nuestro país, podemos disfrutar del paisaje, la gente, los museos y las termas.
Yo fui hace cuatro años y recuerdo todo como si hubiese sido ayer. Cuando llegué con mi mamá, nos tomamos un taxi y le dimos la dirección del departamento donde nos hospedaríamos durante esa semana. Al llegar al edificio nos encontramos con el dueño, quién nos recibió muy amablemente y nos guió hasta nuestra habitación.
Al día siguiente, a eso de las diez de la mañana, nos levantamos a desayunar y fuimos a conocer un poco la ciudad. Mientras caminábamos podíamos observar el cuidado y la limpieza de las calles y la simpatía de la gente. Es otro ritmo de vida. En muchos sitios pudimos ver que los dueños o empleados de los negocios, entre las dos y las tres de la tarde, limpiaban las veredas y recogían la basura, cuidando el mantenimiento.
Con el correr de los días, hicimos varias excursiones, con un guía que nos contaba las historias de cada uno de los lugares por los que pasábamos y en varios casos pudimos entrar en ruinas o monumentos importantes.
Uno de los días más emocionantes fue cuando nos dirigimos a la municipalidad para observar desde el mirador las montañas. Recuerdo que se veían hermosas, algunas nevadas y otras no.
El anteúltimo día de esa estadía fue uno de los mejores, ya que teníamos todo arreglado para ir a conocer las Termas de Cacheuta. Si bien el trayecto era interminable, mis ansias de llegar le ganaban al tiempo. Cuando estuvimos allí pudimos ver algunos puestos que vendían recuerdos del lugar. Más tarde entramos a las termas. Es alucinante, con piletas semicubiertas y quinchos para que la gente se pueda sentar a comer. Ahí pasamos todo el día y lo disfrutamos muchísimo.
Cuando volvimos de Cacheuta fuimos a cenar junto con un grupo de amigos, quienes estuvieron en todas las excursiones que realizamos.
Autor: Marina Cantero
Editor: Micaela Gaytàn
No hay comentarios:
Publicar un comentario