miércoles, 17 de noviembre de 2010

Incógnitas

Absolutamente nada es en vano.  Si hay algo que me ha enseñado mi corta vida fue eso.

  Cuando una persona no puede hallar la respuesta, cae al vacío y asombrado saluda a la realidad. Las cosas cambian, y atrapado por el miedo y la incertidumbre en el nuevo mundo, escucharás algunas voces extrañas. Crees reconocerlas pero a la vez, jamás las habías oído antes. ¿Te acostumbras? No importa, “sigue tu camino”, es el consejo… y vos seguís.

Llega un punto en el que ya no sabés si pasaron horas o meses. Es solo un detalle, parece que el tiempo no quiere ayudarte a arreglar las cosas aún. A veces se desvanece y no entendés bien el por qué.

¿Qué pasa cuando se suman más hechos y personas? El vacío ya lo conocías, entonces ¿Qué mas podés perder?
Sí, esa pregunta, aunque no parezca es la que nos sigue manteniendo de pie. Al llegar a esa cuestión surgen dos estados muy contradictorios entre sí. Uno es la decepción, el punto límite de la tristeza y el desgano, seguido de la resignación. Y el otro será la justificación de la frase que escribí al comienzo del texto.

¿Qué es lo que hace alguien que fue arrojado al agua bruscamente y no sabe flotar en su destino? Tocar fondo, exactamente eso. Llegar a la base de todo para sentirse seguro, y con fuerzas subir a donde la brisa toque nuevamente sus pulmones, y así estar a salvo. Después de todo, la experiencia no se olvida. Aunque esto no quiere decir que no se repetirá. Posiblemente volverás a tropezar con esas piedras, que a su vez, no se sabe quien las arroja, pero hoy el golpe no será tan duro… ya sabrás como caer.

Entonces, ¿quién dice? Quizás el último paso de cualquier renacimiento sea agradecerle a tu asesino.


Autor: Karen Ámela Vera

Editor: Gabriela Orlowski

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