Absolutamente nada es en vano. Si hay algo que me ha enseñado mi corta vida fue eso.
Cuando una persona no puede hallar la respuesta, cae al vacío y asombrado saluda a la realidad. Las cosas cambian, y atrapado por el miedo y la incertidumbre en el nuevo mundo, escucharás algunas voces extrañas. Crees reconocerlas pero a la vez, jamás las habías oído antes. ¿Te acostumbras? No importa, “sigue tu camino”, es el consejo… y vos seguís.
Llega un punto en el que ya no sabés si pasaron horas o meses. Es solo un detalle, parece que el tiempo no quiere ayudarte a arreglar las cosas aún. A veces se desvanece y no entendés bien el por qué.
¿Qué pasa cuando se suman más hechos y personas? El vacío ya lo conocías, entonces ¿Qué mas podés perder?
Sí, esa pregunta, aunque no parezca es la que nos sigue manteniendo de pie. Al llegar a esa cuestión surgen dos estados muy contradictorios entre sí. Uno es la decepción, el punto límite de la tristeza y el desgano, seguido de la resignación. Y el otro será la justificación de la frase que escribí al comienzo del texto.
¿Qué es lo que hace alguien que fue arrojado al agua bruscamente y no sabe flotar en su destino? Tocar fondo, exactamente eso. Llegar a la base de todo para sentirse seguro, y con fuerzas subir a donde la brisa toque nuevamente sus pulmones, y así estar a salvo. Después de todo, la experiencia no se olvida. Aunque esto no quiere decir que no se repetirá. Posiblemente volverás a tropezar con esas piedras, que a su vez, no se sabe quien las arroja, pero hoy el golpe no será tan duro… ya sabrás como caer.
Entonces, ¿quién dice? Quizás el último paso de cualquier renacimiento sea agradecerle a tu asesino.
Autor: Karen Ámela Vera
Editor: Gabriela Orlowski
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